La primera consideración que nos planteamos es la definición de títere; para ello me quedo con la del argentino Ariel Bufano: «cualquier objeto movido en función dramática» (1). Esta afirmación implica que el títere es capaz de expresar, reflejar y producir en la acción escénica sentimientos, costumbres, emociones… El títere, pues, siempre ha estado vinculado al hombre desde su origen.
«El hombre primitivo creó imágenes mediadoras para invocar las fuerzas de la naturaleza. Esquematicemos el mecanismo de la magia simpática: para cazar el reno, el primitivo apresó su imagen en la piedra; para adueñarse de las fuerzas del tigre, vistió su piel, imitó sus movimientos; para poseer la virtud de un héroe o poder deificado, se puso una máscara y se convirtió él mismo en imagen, imagen dotada de ritmo, de voz, de acción, imagen poseedora de la fuerza espiritual invocada —esta mascarada mística resultó ser el teatro—». (2)
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Este hombre de las cavernas fue el primer actor y probablemente el precursor del noble arte de los títeres. Teatro, títeres y religión han estado estrechamente unidos. En La India los títeres son anteriores al teatro de actores. Según su mitología, el primer titiritero nació de la boca de Brama, dios que dio forma al mundo, considerando los indios a los títeres como enviados de los dioses para divertir al hombre, aun si bien en La India antigua se tenía por algo impropio interpretar a alguien, dios o persona, lo que era presagio de muerte. Por ello los títeres cumplían sin peligro la función de un actor. Según parece, el muñeco teatral más antiguo del que se tiene noticia es el títere de sombra indio Vidacucha, un personaje enano, calvo y jorobado, con grandes dientes y ojos amarillos; su lenguaje es filoso. Su indumentaria y su forma de ser lo hacen un personaje casi ridículo. Le gusta la juerga, es astuto, grosero y promiscuo, solventando sus disputas a golpes. Si echamos una mirada sobre las principales figuras populares titiritescas que han existido en el mundo —Karagoz, Polichinelle, Punch, Guignol, Kasparek…— veremos que todas, sin excepción, tienen uno o varios rasgos físicos o conductuales del viejo Vidacucha, quien podía considerarse, con razón, como el bisabuelo de todos los títeres. (3)
En Egipto los títeres representaban a los dioses. En China en el arte de los títeres hay gran variedad de tipos y técnicas: sombras, hilo, varilla, etc, siendo característico que el teatrillo fuese llevado por un solo hombre que solía instalarse en plazas y mercados. Su personaje típico se llama Kuo Kwok y es muy similar en su carácter a Vidacucha.
En el teatro de sombras de Java y Bali (Indonesia), con ciertas influencias de La India, destacan los Pendawas —personajes que encarnan el bien y representan una virtud—.
Antropológicamente, el hombre ha necesitado a un grupo de semejantes para sobrevivir y su identidad ha sido fruto, en parte, de la opinión que el resto del grupo ha hecho de él. Y es que el títere nace cuando la vida cobra un sentido, un porqué.
Los primeros títeres de occidente surgieron en Grecia, aunque apenas se hicieron sentir. Surgieron también, cómo no, en Roma, pero lamentablemente lo consideraron un arte menor. Dicha consideración no impidió su continua expansión por toda Europa y el resto del mundo. Platón comparó a los hilos que mueven las marionetas con las pasiones del hombre.
Desde el 442 a.C. existen referencias acerca del teatro de títeres. En la primera obra de que se tiene constancia, el griego Xenofonte narra la visita de un titiritero de Siracusa a la casa del rico ateniense Callias. En la reunión estaba presente el filósofo Sócrates, de quien se dice que a veces empleaba muñecos para exponer sus ideas ante el público.
El primer titiritero conocido por su nombre fue el marionetista Photino. De acuerdo con los escritos existentes al respecto, utilizó únicamente grandes títeres de hilo, para que pudieran ser observados a cierta distancia. A Photino le habían autorizado los actores a actuar con sus artistas de madera en el teatro de Dionisios, al pie de la Acrópolis.
En Roma consideraban a los actores del teatro como infames, por lo que el teatro de títeres apenas se hizo sentir. Algo que sí heredaron con entusiasmo y cuidaron los romanos fueron las farsas originadas en la ciudad griega de Atella, realizadas por actores con máscaras que paulatinamente llegaron a estereotipar a personajes tales como Papppus, Dossenus y Pucco, siendo el más popular Maccus, cuyo nombre significa bufón, tonto, estúpido. Seguramente se produjo un intercambio entre los títeres y los personajes con sus máscaras. Ciertos historiadores consideran las farsas atelanas como precursoras de la commedia dell’arte.
En España, según informa Freddy Artiles en su libro Títeres, la primera referencia escrita sobre ellos data del año 1211, cuando Giraut de Calanso aconseja por carta al juglar Fader que se dirija a la corte de Pedro II de Aragón, donde podría encontrar trabajo y, entre otras cosas, hacer títeres.
Los títeres renacen en la Edad Media, prohibidos y perseguidos al principio. Sin embargo, el carácter nómada de los juglares fue lo que desarrolló en gran medida el arte de los títeres. Parece que en el siglo XIII el juglar Giraut de Riquier se dirigió al rey Alfonso X de Castilla con un suplicatorio en el que solicitaba al soberano establecer una jerarquía entre los diferentes oficios del teatro y comediantes (histriones); el rey emitió en 1275 una declaración en la que denominaba carruzos (escala más baja de losoficios histriónicos) a los que exhibían animales amaestrados y títeres (4). Los juglares fueron los que posiblemente levantaron los títeres de guante —acompañado siempre de un garrote— entre cortes y plazas en los retablillos de títeres en forma de castillo, debido a que eran más prácticos que las marionetas en sus continuos viajes.
Fue especialmente en los siglos XV y XVI cuando se utilizaron las figuras articuladas en el corazón de unas sociedades religiosas como formas de explicación y manifestación de las creencias que imperaban en la sociedad, incorporándose al culto en las representaciones de los misterios: grandes espectáculos basados en la vida de Cristo. En esta época tan convulsa, la intervención de los histriones, los convertía en protagonistas de las entrañas del mal, simbolizado por el demonio; terminaban siendo figuras cómicas a causa de sus máscaras y bufonadas.
Los títeres, pues, sobrevivieron a duras penas en la medida en que sus manipuladores y contadores de historias no dejaron que la materia muerta dejara de formar a los espectadores, que, casi andando, miraban de reojo…
Sin embargo, alrededor de 1502 Angelo Beocolo dio unas pinceladas para consolidar en Italia lacommedia dell´arte, género teatral experimental que ofrecía un espectáculo vivaz y bufonesco reflejando la vida de los campesinos. Sus personajes representaban tipos fijos, utilizando máscaras: Arlequín, Ruzzante, Pulcinella... Paralelamente a los actores que protagonizaban historias a partir de la improvisación y en base a una sencilla historia entre sus personajes arquetípicos, fueron nuestros amigos los títeres quienes eligieron a Pulcinella como abanderada de una nueva era, ya en el siglo XVII, extendiéndose gracias a su carácter vital, burlesco, picaresco, el mismo personaje nómada que asume lo más personal de la cultura de ese pueblo.
En Francia, poco a poco evolucionó hacia un títere de guante llamado Polichinelle; al igual que su antecesora, se arropó de sus peculiares amigos. No podemos olvidar que en 1443 se hacían las primeras representaciones de la vida de María. De aquí saldrá el nombre de “marioneta”: Marie – Maron – Marionette (pequeña María). Un personaje aparte en la familia es el obrero Guignol, que aparece entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
En Inglaterra, entre 1642 y 1660 se prohibieron todo tipo de espectáculos; una súplica de los comediantes al Parlamento en 1643 hizo que se autorizaran de nuevo los títeres, pudiendo gozar durante estos años su mejor época. De la mano probablemente de titiriteros italianos, el personaje evolucionó hasta ser una pareja de títeres llamados Punh and Judy, junto a su familia.
La familia nómada de los titiriteros de la época, con el patrón italiano, cruzaron fronteras y mares. Así, en España, se llamó Cristobal Polichinela, Cristobita o títere de cachiporra, pues al final siempre terminaban los personajes a garrotazos; en Rusia se nacionalizó con el nombre de Petrushka y hasta Brasil llegó en el siglo XIX con el nombre de Joao Minhoca. Hoy día Kasperle o Kasperek es la figura tradicional del teatro de títeres de varios países de Europa como Alemania, Austria o República Checa.
Entrar en la dialéctica de que si el camino va del actor al títere o viceversa sería mera especulación. Lo que sí puedo deducir es que es el mismo personaje, el mismo nómada, que asume lo más personal de la cultura de ese pueblo y se lo devuelve enriquecidamente.
El siglo XVIII fue muy positivo para los títeres, sentando las bases para que en el XIX intelectuales y artistas de otras disciplinas unieran esfuerzos por y para el teatro de títeres. Simultáneamente la tecnología llegaba a los títeres, pero sin duda lo más significativo fue que el teatro de títeres se convirtiera en un arte para el público infantil.
Desde el siglo XX hasta nuestros días, el títere ha ido madurando y evolucionando de acuerdo con su propia identidad, arropado por diferentes familias que en diferentes teatros y plazas nos han deleitado con su generosidad a niños y adultos. Sin duda, para mí los títeres no son protagonistas de los textos, sino creadores de historias llenas de emociones y sugerencias tan cercanas a ti y a mí que podríamos compartirlas. ¿Te atreves?
No podemos terminar esta introducción histórica del títere sin considerar otras referencias tan importantes en Europa como Karagoz en Turquía, a partir de la técnica de sombras; los Pupis sicilianos, inmortalizados por Cervantes en El Quijote, en su capitulo ‘Retablo de Maese Pedro’, donde Don Quijote y Sancho Panza contemplan una representación de Pupi; el teatro de sombras en China; los Bunraku en Japón; las marionetas sobre agua de Vietnam; los autómatas o teatros mecánicos, ingenios, muñecos, escenas religiosas o profanas que implican un movimiento independiente con mecanismos internos que se ponen en funcionamiento mediante diferentes elementos; Hanz Jaggery en Suiza y en Bélgica, tan singular como ella misma nos encontramos a distintos personajes según la región: Woltje, Pierke, Jacques, Tchanches y un grupo de cuatro personajes llamados Poesjenellenkelder, que significa “los andrajosos”. El títere, en su dimensión universal, posee rasgos que lo unen en su trayectoria histórica.
El ser humano es muy complicado y más todavía nuestra sociedad: un clan, lejos de ser “un mundo feliz” donde existe la unidad básica de reproducción, la familia, está en crisis, y por ello todos quieren aportar algo para esta decadencia. ¿Quién me dice a mí que los títeres y su teatro no son un eslabón de la cadena perdida? Los tiempos, para mejor o peor, juzgue usted mismo, han cambiado y lo están haciendo ahora. Actualmente, pues, el títere tiene identidad propia, pero al igual que es utilizado mediáticamente, es, por sí mismo, un ente que aporta, entre otros, los siguientes argumentos:
—Son buenos aliados de pequeños y mayores en las postrimerías de este fin de siglo. Sirven para protegernos de una sociedad donde lo virtual pretende sustituir a lo real, con la secreta finalidad de convertirnos en borregos, cegados de ilusiones y de vanidad, según Toni Rumbau.
—Fomenta la creatividad, el interés y protagonismo de los niños.
—Estimula a los niños a contar a los demás cosas sobre sí mismos y su entorno.
—Es un medio didáctico que, acompañado de otras disciplinas como la psicología, la pedagogía, la sociología y la historia completan el proceso integral del aprendizaje en las escuelas.
—Ayuda a la formación de espectadores partiendo del juego dramático.
—Integra diferentes artes y conocimientos donde se funden escultura, pintura, manipulación, interpretación, literatura, música, canto y coreografía.
Pero el títere necesita un tiempo y un espacio. Ya hemos visto cómo el títere ha sido un nómada a lo largo de la historia, pero hoy por hoy ha conquistado su espacio y tiene su propio teatro: el teatro de títeres. Y por espacio, el mar.
Por cierto, mientras escribo este artículo me cuentan unos vecinos que un tiburón pasea por La Manga del Mar Menor. Cuál fue mi sorpresa cuando fui a verlo y descubrí que un pez con máscara de cuero y nariz aguileña alentaba mitos y leyendas entre los muchos espectadores que lo admiraban... Vivimos en la tierra del títere, ¿lo ven? ¡Jajaja!
En Egipto los títeres representaban a los dioses. En China en el arte de los títeres hay gran variedad de tipos y técnicas: sombras, hilo, varilla, etc, siendo característico que el teatrillo fuese llevado por un solo hombre que solía instalarse en plazas y mercados. Su personaje típico se llama Kuo Kwok y es muy similar en su carácter a Vidacucha.
En el teatro de sombras de Java y Bali (Indonesia), con ciertas influencias de La India, destacan los Pendawas —personajes que encarnan el bien y representan una virtud—.
Antropológicamente, el hombre ha necesitado a un grupo de semejantes para sobrevivir y su identidad ha sido fruto, en parte, de la opinión que el resto del grupo ha hecho de él. Y es que el títere nace cuando la vida cobra un sentido, un porqué.
Los primeros títeres de occidente surgieron en Grecia, aunque apenas se hicieron sentir. Surgieron también, cómo no, en Roma, pero lamentablemente lo consideraron un arte menor. Dicha consideración no impidió su continua expansión por toda Europa y el resto del mundo. Platón comparó a los hilos que mueven las marionetas con las pasiones del hombre.
Desde el 442 a.C. existen referencias acerca del teatro de títeres. En la primera obra de que se tiene constancia, el griego Xenofonte narra la visita de un titiritero de Siracusa a la casa del rico ateniense Callias. En la reunión estaba presente el filósofo Sócrates, de quien se dice que a veces empleaba muñecos para exponer sus ideas ante el público.
El primer titiritero conocido por su nombre fue el marionetista Photino. De acuerdo con los escritos existentes al respecto, utilizó únicamente grandes títeres de hilo, para que pudieran ser observados a cierta distancia. A Photino le habían autorizado los actores a actuar con sus artistas de madera en el teatro de Dionisios, al pie de la Acrópolis.
En Roma consideraban a los actores del teatro como infames, por lo que el teatro de títeres apenas se hizo sentir. Algo que sí heredaron con entusiasmo y cuidaron los romanos fueron las farsas originadas en la ciudad griega de Atella, realizadas por actores con máscaras que paulatinamente llegaron a estereotipar a personajes tales como Papppus, Dossenus y Pucco, siendo el más popular Maccus, cuyo nombre significa bufón, tonto, estúpido. Seguramente se produjo un intercambio entre los títeres y los personajes con sus máscaras. Ciertos historiadores consideran las farsas atelanas como precursoras de la commedia dell’arte.
En España, según informa Freddy Artiles en su libro Títeres, la primera referencia escrita sobre ellos data del año 1211, cuando Giraut de Calanso aconseja por carta al juglar Fader que se dirija a la corte de Pedro II de Aragón, donde podría encontrar trabajo y, entre otras cosas, hacer títeres.
Los títeres renacen en la Edad Media, prohibidos y perseguidos al principio. Sin embargo, el carácter nómada de los juglares fue lo que desarrolló en gran medida el arte de los títeres. Parece que en el siglo XIII el juglar Giraut de Riquier se dirigió al rey Alfonso X de Castilla con un suplicatorio en el que solicitaba al soberano establecer una jerarquía entre los diferentes oficios del teatro y comediantes (histriones); el rey emitió en 1275 una declaración en la que denominaba carruzos (escala más baja de losoficios histriónicos) a los que exhibían animales amaestrados y títeres (4). Los juglares fueron los que posiblemente levantaron los títeres de guante —acompañado siempre de un garrote— entre cortes y plazas en los retablillos de títeres en forma de castillo, debido a que eran más prácticos que las marionetas en sus continuos viajes.
Fue especialmente en los siglos XV y XVI cuando se utilizaron las figuras articuladas en el corazón de unas sociedades religiosas como formas de explicación y manifestación de las creencias que imperaban en la sociedad, incorporándose al culto en las representaciones de los misterios: grandes espectáculos basados en la vida de Cristo. En esta época tan convulsa, la intervención de los histriones, los convertía en protagonistas de las entrañas del mal, simbolizado por el demonio; terminaban siendo figuras cómicas a causa de sus máscaras y bufonadas.
Los títeres, pues, sobrevivieron a duras penas en la medida en que sus manipuladores y contadores de historias no dejaron que la materia muerta dejara de formar a los espectadores, que, casi andando, miraban de reojo…
Sin embargo, alrededor de 1502 Angelo Beocolo dio unas pinceladas para consolidar en Italia lacommedia dell´arte, género teatral experimental que ofrecía un espectáculo vivaz y bufonesco reflejando la vida de los campesinos. Sus personajes representaban tipos fijos, utilizando máscaras: Arlequín, Ruzzante, Pulcinella... Paralelamente a los actores que protagonizaban historias a partir de la improvisación y en base a una sencilla historia entre sus personajes arquetípicos, fueron nuestros amigos los títeres quienes eligieron a Pulcinella como abanderada de una nueva era, ya en el siglo XVII, extendiéndose gracias a su carácter vital, burlesco, picaresco, el mismo personaje nómada que asume lo más personal de la cultura de ese pueblo.
En Francia, poco a poco evolucionó hacia un títere de guante llamado Polichinelle; al igual que su antecesora, se arropó de sus peculiares amigos. No podemos olvidar que en 1443 se hacían las primeras representaciones de la vida de María. De aquí saldrá el nombre de “marioneta”: Marie – Maron – Marionette (pequeña María). Un personaje aparte en la familia es el obrero Guignol, que aparece entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
En Inglaterra, entre 1642 y 1660 se prohibieron todo tipo de espectáculos; una súplica de los comediantes al Parlamento en 1643 hizo que se autorizaran de nuevo los títeres, pudiendo gozar durante estos años su mejor época. De la mano probablemente de titiriteros italianos, el personaje evolucionó hasta ser una pareja de títeres llamados Punh and Judy, junto a su familia.
La familia nómada de los titiriteros de la época, con el patrón italiano, cruzaron fronteras y mares. Así, en España, se llamó Cristobal Polichinela, Cristobita o títere de cachiporra, pues al final siempre terminaban los personajes a garrotazos; en Rusia se nacionalizó con el nombre de Petrushka y hasta Brasil llegó en el siglo XIX con el nombre de Joao Minhoca. Hoy día Kasperle o Kasperek es la figura tradicional del teatro de títeres de varios países de Europa como Alemania, Austria o República Checa.
Entrar en la dialéctica de que si el camino va del actor al títere o viceversa sería mera especulación. Lo que sí puedo deducir es que es el mismo personaje, el mismo nómada, que asume lo más personal de la cultura de ese pueblo y se lo devuelve enriquecidamente.
El siglo XVIII fue muy positivo para los títeres, sentando las bases para que en el XIX intelectuales y artistas de otras disciplinas unieran esfuerzos por y para el teatro de títeres. Simultáneamente la tecnología llegaba a los títeres, pero sin duda lo más significativo fue que el teatro de títeres se convirtiera en un arte para el público infantil.
Desde el siglo XX hasta nuestros días, el títere ha ido madurando y evolucionando de acuerdo con su propia identidad, arropado por diferentes familias que en diferentes teatros y plazas nos han deleitado con su generosidad a niños y adultos. Sin duda, para mí los títeres no son protagonistas de los textos, sino creadores de historias llenas de emociones y sugerencias tan cercanas a ti y a mí que podríamos compartirlas. ¿Te atreves?
No podemos terminar esta introducción histórica del títere sin considerar otras referencias tan importantes en Europa como Karagoz en Turquía, a partir de la técnica de sombras; los Pupis sicilianos, inmortalizados por Cervantes en El Quijote, en su capitulo ‘Retablo de Maese Pedro’, donde Don Quijote y Sancho Panza contemplan una representación de Pupi; el teatro de sombras en China; los Bunraku en Japón; las marionetas sobre agua de Vietnam; los autómatas o teatros mecánicos, ingenios, muñecos, escenas religiosas o profanas que implican un movimiento independiente con mecanismos internos que se ponen en funcionamiento mediante diferentes elementos; Hanz Jaggery en Suiza y en Bélgica, tan singular como ella misma nos encontramos a distintos personajes según la región: Woltje, Pierke, Jacques, Tchanches y un grupo de cuatro personajes llamados Poesjenellenkelder, que significa “los andrajosos”. El títere, en su dimensión universal, posee rasgos que lo unen en su trayectoria histórica.
El ser humano es muy complicado y más todavía nuestra sociedad: un clan, lejos de ser “un mundo feliz” donde existe la unidad básica de reproducción, la familia, está en crisis, y por ello todos quieren aportar algo para esta decadencia. ¿Quién me dice a mí que los títeres y su teatro no son un eslabón de la cadena perdida? Los tiempos, para mejor o peor, juzgue usted mismo, han cambiado y lo están haciendo ahora. Actualmente, pues, el títere tiene identidad propia, pero al igual que es utilizado mediáticamente, es, por sí mismo, un ente que aporta, entre otros, los siguientes argumentos:
—Son buenos aliados de pequeños y mayores en las postrimerías de este fin de siglo. Sirven para protegernos de una sociedad donde lo virtual pretende sustituir a lo real, con la secreta finalidad de convertirnos en borregos, cegados de ilusiones y de vanidad, según Toni Rumbau.
—Fomenta la creatividad, el interés y protagonismo de los niños.
—Estimula a los niños a contar a los demás cosas sobre sí mismos y su entorno.
—Es un medio didáctico que, acompañado de otras disciplinas como la psicología, la pedagogía, la sociología y la historia completan el proceso integral del aprendizaje en las escuelas.
—Ayuda a la formación de espectadores partiendo del juego dramático.
—Integra diferentes artes y conocimientos donde se funden escultura, pintura, manipulación, interpretación, literatura, música, canto y coreografía.
Pero el títere necesita un tiempo y un espacio. Ya hemos visto cómo el títere ha sido un nómada a lo largo de la historia, pero hoy por hoy ha conquistado su espacio y tiene su propio teatro: el teatro de títeres. Y por espacio, el mar.
Por cierto, mientras escribo este artículo me cuentan unos vecinos que un tiburón pasea por La Manga del Mar Menor. Cuál fue mi sorpresa cuando fui a verlo y descubrí que un pez con máscara de cuero y nariz aguileña alentaba mitos y leyendas entre los muchos espectadores que lo admiraban... Vivimos en la tierra del títere, ¿lo ven? ¡Jajaja!
Por Juven Iges Rojo
(1) Bufano, Ariel, ‘El hombre y su sombra’, en Teatro, Buenos Aires, año 4, nº 13, 1983, pág. 10. (2) MacPhalin, Paul, The puppet theatre in America. (3) Moussinac, Leon, El teatro desde sus orígenes hasta nuestros días, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1965, pág. 9. (4) Acuña, Juan Enrique, Aproximaciones al arte de los títeres, La Habana, Pueblo y Educación.